Descripción
Entrevista sobre La música del silencio
En la tradición monástica, el día transcurre a lo largo de ocho “horas” o ceremonias públicas de oración y canto. Vigilias es la primera de las “horas” de la madrugada, en que reina el misterio y la oscuridad. Laudes celebra la llegada de la luz. Prima es el momento de iniciar las labores del día. Tercia es un corto descanso a media mañana, en que las bendiciones espirituales proporcionan la energía para volver a despertar. Sexta se ubica a mitad de la jornada, cuando el sol se encuentra en su apogeo y la vida suele estar más agitada. Es el momento para enfocarse en la paz y ofrecerse en servicio a los demás. Nona reconoce las sombras alargadas y el apagar de la jornada. Vísperas celebra la iluminación de las lámparas a medida que la oscuridad desciende, y se examinan, reconcilian y reparan serenamente las contradicciones de la jornada. Completas tiene la función de “completar” la jornada. Esta última oración del día comienza así: “Concédenos una noche tranquila y una muerte en paz”. De este modo se traza el círculo de cada día.
– Henry Stark: En La música del silencio, usted explica cómo las horas monásticas nos permiten “salir de la hora del reloj en el que sólo nos limitamos a reaccionar.” ¿Cómo pueden aquellos que son víctimas de la prisa y el bullicio de la vida cotidiana vivir en armonía con los ritmos naturales de la jornada?
– Hermano David Steindl-Rast: Podemos comenzar prestando atención a las “estaciones” o aspectos de la jornada que son más obvios. La mañana es un momento del día diferente del mediodía y de la noche. Poco a poco, uno puede ir percibiendo que además hay algo especial y reconocible en la media mañana o en la media tarde. Antiguamente todos, y no sólo los monjes, solían medir de alguna manera el transcurso del día. Los monjes estaban especialmente en sintonía con el carácter sagrado de los diferentes momentos del día y de la noche, pero todos lo experimentaban de alguna manera. Antes de que existieran los relojes y las luces eléctricas que hacen que la noche parezca día, vivíamos de esa manera, pero ahora todo se divide según la hora del reloj. Sin embargo, muchos encuentran que para el provecho espiritual sería bueno volver al ritmo natural del día.
– Lo último que hago antes de dormir es acostarme y preguntarme: ¿Qué servicio brindé hoy? ¿Cuáles fueron las cosas buenas que hice? Esto me tranquiliza y me motiva, porque sé que es lo que me permite medir el éxito o el fracaso de cada día.
– Eso está muy bien. Todos podemos hacer lo mismo por la mañana. Podemos hacer una pausa por un momento, incluso antes de abrir los ojos, y preguntarnos: ¿En qué puedo servir hoy? Luego, en algún momento durante la hora de almuerzo podemos detenernos un minuto y preguntarnos: ¿Cómo lo estoy haciendo? Estas actividades sencillas nos permiten ir viviendo al ritmo del día. Vivir con una intención resulta bastante natural, no es algo exótico.
– Usted escribe: “La eternidad no es mucho, mucho tiempo. La eternidad es lo opuesto al tiempo. No es tiempo.” ¿Cómo podemos liberarnos en un sentido práctico del tiempo cronológico para vivir en el tiempo eterno?
– Lo que los místicos y autores espirituales de las distintas tradiciones llamaron “eternidad” no debe entenderse como un largo, largo tiempo. Esa es una creencia popular. Quizás hemos oído la historia del pájaro que una vez cada mil años llega a una montaña gigantesca, le da unos picotazos y luego se va volando. Cuando el pájaro haya hecho desaparecer toda la montaña por los picotazos que le da cada mil años, entonces habrá transcurrido sólo un segundo de la eternidad. Ésta es una historia interesante, pero que no dice nada acerca de lo que es la eternidad; simplemente describe lo que es un largo, largo tiempo. Lo que ocurre con la eternidad es que nosotros como seres humanos llegamos o salimos hacia una dimensión que trasciende el tiempo. Pasado y futuro son elementos del tiempo, pero el ahora, el presente, es intangible y realmente existe fuera del tiempo.
– ¿Estamos demasiado obsesionados con el tiempo cronológico?
– Yo mismo suelo estar obsesionado con llegar a tiempo y no esperar mucho en una cola, pero mi punto no es que estemos obsesionados, sino que estamos en peligro de ser prisioneros del tiempo. Nos aferramos al pasado porque no queremos dejarlo ir, o nos enfocamos en el futuro, y así no estamos realmente presentes en el AHORA. La verdadera felicidad consiste en estar aquí. Debemos atesorar el pasado y mirar hacia el futuro, pero por sobre todo, debemos centrarnos en el AHORA. Curiosamente, esto nos libera del tiempo.
– Es difícil vivir en el ahora. Me he dado cuenta que cuanto más pasan los años, más nos sentimos tentados a vivir en nuestro pasado, ya que éste ha durado más tiempo que lo que durará nuestro futuro.
– Uno de mis antiguos profesores de la Universidad de Cornell, que tiene unos noventa años de edad, ayer me contó que recientemente ha descubierto la meditación. Dice que cuando medita se encuentra viviendo plenamente en el presente. Con la meditación podemos liberarnos de la percepción del tiempo. En los momentos cumbre, cuando nos entregamos plenamente a aquello que estamos haciendo, el tiempo pareciera detenerse.
– Todos los ejemplos tienen que ver con salir de uno mismo. Tan pronto como salgo de mí mismo y me inserto en el momento presente, ¿a quién le importa el tiempo?
– ¿Y adónde “llegas” cuando sales de ti mismo? Llegas a tu verdadero ser. Tu verdadero ser es aquel que está en comunión con Dios y pertenece a Dios. Recuerdo lo que me dijo uno de mis maestros Zen: “La mejor palabra del inglés es ‘sólo’ (just). Sólo haz lo que estás haciendo, y lo habrás hecho.” Creo que en nuestros mejores momentos todos hemos vivido esta experiencia. Debemos recordarnos a nosotros mismos: ¿Cuál fue aquel momento en que el tiempo se detuvo? Fue cuando me perdí y me encontré.
– A la hora de “Prima”, cuando se distribuye el trabajo entre los monjes, usted escribe: “Saborear nuestro trabajo a medida que lo vamos realizando. Necesitamos resistir nuestra tendencia a lanzarnos sobre las cosas y a hacer precipitadamente nuestras actividades.” ¿Qué consejo le daría a un empleado de una fábrica para que su trabajo tenga más sentido para él?
– En primer lugar tenemos que poner esto en contexto. Hay varios tipos de trabajo que no son humanos. Ser una pieza de trabajo en una cinta transportadora no es humano y no debería existir. Tenemos que encontrar otras maneras de hacer frente a esas tareas. Pero a quien tiene como trabajo el ensamblar piezas, le diría: “Este trabajo que realizas para ganarte la vida debe ser complementado con un trabajo que te permita ver el proceso completo, del principio al fin: una tarea de jardinería, hacer una cometa para tu hijo, tejer un suéter para tu nieto, o tallar madera para tu propio pasatiempo”. Trata de poner en tu trabajo profesional aquello que te permita redimirlo de la mejor manera posible. En una famosa película japonesa, una joven muestra a un anciano un conejo mecánico que salta sobre la mesa. Le cuenta que ella hace estos conejos para ganarse la vida, y que mientras trabaja piensa en todos los bebés que van a disfrutar de estos conejitos. Alguien que trabaja en una línea de montaje podría bendecir a cada pieza o producto que pasa entre sus manos. La bendición es una realidad muy concreta. La palabra “bendición” (blessing) está relacionada con la palabra “sangre” (blood). La bendición es como un torrente sanguíneo espiritual que fluye a través del universo. Cuando bendecimos algo lo hacemos retornar a la fuente de donde provino. Sabemos que recibimos la vida y el aliento de una fuente que está más allá de nosotros. No lo hemos comprado ni ganado. Hemos sido puestos aquí, y nuestra vida proviene de una fuente misteriosa a la que podemos volver, del mismo modo que la sangre sale del corazón y regresa a él. Así como la sangre fluye permanentemente, si entramos en sintonía con este torrente de bendiciones, nuestro mundo revive. Lo mismo ocurre si se corta el torrente sanguíneo o si se le quita la savia a un árbol: la vida se marchita.
– ¿Usted cree que todos recibimos las bendiciones de Dios, incluso aunque no seamos conscientes de ello?
– Los dones o bendiciones de la vida están siempre allí, pero si no somos conscientes de su presencia, no les podemos sacar provecho. Es ahí donde entra en juego la gratitud. La gratitud nos permite tomar conciencia de los dones recibidos, lo cual nos hace felices. Si a lo que tenemos lo damos por sentado, eso que tenemos no nos va a hacer felices. La gratitud es la llave de la felicidad. La práctica de la gratitud es el centro de mi vida espiritual. Es por eso que estoy trabajando en un sitio web que se llama gratefulness.org. Es un sitio interactivo que busca ayudar a las personas a descubrir y cultivar la gratitud, y a realizar cambios en la sociedad. Hay varias maneras de hacerlo. Tenemos una nueva función que permite encender una vela virtual. No es un truco, pero es un ritual del siglo XXI. Al hacer clic en el pabilo se enciende la vela; ésta mantiene su luz durante veinticuatro horas, volviéndose cada vez más pequeña a medida de que se consume. Además puedes enviarle un mensaje a quien quieras, contándole que has encendido una vela por sus intenciones. En nuestro tiempo, en que estamos muy escasos de rituales, esta herramienta proporciona un ritual de agradecimiento que puedes hacer desde donde estés. Los rituales son muy importantes para los seres humanos, nos mantienen vivos.
– ¿Cómo nos mantienen vivos los rituales?
-Los rituales nos hacen conscientes. Todo ritual (una graduación, un funeral, una boda) tiene algo que ver con el agradecimiento. La Misa o Eucaristía de la tradición católica literalmente significa “acción de gracias”. En la tradición hindú, una Puja, o sacrificio, es un agradecido reconocimiento por un regalo. La ofrenda de los primeros frutos de la cosecha es un ritual: se ofrece una parte de lo recibido a la fuente de la cual provino. Es una expresión de agradecimiento.
– ¿Cómo podemos incorporar momentos de oración a lo largo del día? Usted escribe acerca de un “monasterio portátil” que lo acompaña en sus frecuentes viajes.
– Tengo un rosario, que al pasar sus cuentas me permite estar más consciente. Los budistas y muchas otras tradiciones también rezan usando cuentas. Cualquier oración o mantra que uses a medida que pasas sus cuentas se convierte, en un buen sentido, en algo habitual o automático. Puede servir para el mismo propósito el tener una estampa o imagen a la que miramos a menudo. Mucha gente pone en su escritorio fotos de su esposo o esposa o de sus hijos. Estos rituales nos recuerdan qué y quiénes son los que realmente importan.
– Usted escribe: “La oración no es estar haciendo pedidos y esperar que se cumplan. La oración permite estar en sintonía con la vida del mundo, el amor, la fuerza que mueve al sol, la luna y las estrellas.” Cuando todo me va bien me resulta fácil identificarme con estas palabras. Pero ¿cómo puedo entenderlo cuando me enfrento a un diagnóstico médico devastador, o estando en una depresión profunda?
– Cuando recibimos noticias devastadoras o nos encontramos en una profunda depresión no es el momento indicado para comenzar a tener la experiencia de sintonizarse a través de la oración. En cambio, si uno comienza la práctica ahora, al llegar tiempos difíciles será relativamente fácil poder realizarlo. Si uno vive con gratitud, reconociendo todo lo recibido, el poder tener una taza de té o una silla cómoda o una buena conversación, posteriormente, cuando nos enfrentemos a alguna dificultad, ella no va a ser la primera ocasión para despertar a la realidad. Tenemos la oportunidad de estar agradecidos por algo el noventa y nueve por ciento de las veces. Lo que ocurre es que simplemente no nos damos cuenta. Transcurrimos nuestros días como adormecidos.
– Una vez me operaron por un tumor en la mandíbula. Mientras que todo el mundo le teme a las operaciones, esta experiencia a mí me despertó a todo tipo de sensaciones y a una toma de conciencia.
– En ese momento jamás habrías pensado que un tumor era algo para agradecer, y en realidad no lo es. Lo que hay que agradecer es la oportunidad de aprender algo nuevo que esta situación nos brinda. Yo sufro mucho de depresión, así que sé cómo se siente no poder estar agradecidos por una depresión. Prácticamente no se puede hacer nada, pero si uno tiene cierto entrenamiento espiritual, por lo menos puede pensar: “Bueno, esto es una oportunidad para aprender a tener más paciencia”. Con la confianza de saber que esto también pasará.
-¿Podemos decir entonces que es mejor hacernos el hábito de la gratitud cuando pasamos por un buen momento?
– No sólo es mejor, sino que es absolutamente necesario que sea así. No hay otro momento para empezar. Uno llega a descubrir que incluso nuestros peores momentos son momentos creativos. Y la creatividad y el sentirnos vivos es lo que estamos buscando.
– Durante la hora monástica llamada Completas, al terminar el día, usted escribe que oran por una muerte santa y en paz. ¿Cómo conciliar esto con su comentario anterior de que la oración no es el envío de órdenes a cumplir?
– “Danos hoy nuestro pan de cada día”, es la oración más típica, que muchas personas rezan todos los días. ¿Eso quiere decir que si no se lo pedimos a Dios, Él no nos lo concederá? Sería un error orar por una buena muerte a modo de orden; sería un concepto equivocado. Por el contrario, cuando pedimos una muerte en paz, nos abrimos a recibir la bendición y provisión de Dios. Podemos confiar en el flujo continuo de sus bendiciones y sintonizarnos estando agradecidos por ellas. Hay etapas en la fe y en las experiencias religiosas. Yo diría que cuando oramos haciendo un pedido y una negociación estamos atravesando una etapa. Mantenemos algunas expresiones de esta etapa, pero llegamos a interpretarlos de manera diferente.
– Cuando usted ora por una santa muerte, ¿está rezando para no padecer una enfermedad prolongada?
– Espero y confío en que así sea, pero también pido que si tengo que atravesar una enfermedad prolongada, sea capaz de hacer frente a lo que venga. Son situaciones que no dependen de nosotros.
– Creo que si uno vive una vida espiritual, estará preparado para lo que venga.
– Ese es el punto. Si nos entrenamos para vivir el momento presente y vivirlo con gratitud, cuando enfrentemos cualquier otro momento, incluso el de la muerte, tendremos esa actitud, y así será para nosotros una buena muerte.
– Actualmente vive fuera de su monasterio. ¿Qué desafío significa esto para usted?
– He viajado mucho durante décadas, entregándome a los demás, con lo que he tenido relativamente poco tiempo para el recogimiento interior. Mi abad pensó que ésta es una buena oportunidad para mí de estar en una ermita. Me siento un poco separado de mi comunidad, pero a veces resulta más fácil estar conectados interiormente a ellos que compartiendo la vida diaria. Por lo tanto, tiene sus ventajas y desventajas. Yo estoy muy agradecido por la oportunidad que tengo de hacer de esto lo mejor posible. Trabajar en este sitio web, que puedo hacer desde la ermita, me ofrece la combinación extraña de vivir en retiro y estar a la vez en contacto con miles de personas.
– ¿Hay una última reflexión que quisiera compartir con nosotros?
– Si tuviera que definir qué camino en particular estamos transitando, sería el camino de la gratitud. La gratitud se halla en el corazón de todas las religiones, y es la práctica de aquellas personas que no se identifican con ninguna práctica religiosa. La gratitud es el corazón de la espiritualidad.
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